Hace no mucho, decidí escribir mis reflexiones en el blog de notas del móvil. Algo que empezó como una forma de matar el tiempo en el metro, ¡y que ha crecido hasta puntos insospechados! Desde anécdotas y logros, pasando por consejos o aspectos a mejorar… Mi blog de notas se fue llenando de aprendizajes que definen de forma clara la profesional que quiero ser cada día.
¿Pero cuál es la nota que más ha crecido en este tiempo, os preguntaréis? Sin duda, la de mis aprendizajes como manager, ¡y de qué manera! Es increíble la cantidad de veces que pienso “Esto juré que yo no lo haría JAMÁS”. Y, sin embargo, pasa.
Aquí os comparto una primera remesa:
1. Caer en la trampa del “Yo lo haría así”.
A la hora de revisar algo, a veces me pongo a reescribir casi desde la primera línea. Corrijo frases, borro titulares, y redacto nuevo contenido… Y es que, como bien dice el enunciado, “yo lo haría de otro modo”. ¡Pero ahí está la trampa!
Si hay algo que he aprendido a base de tropezar es que hay muchas maneras de hacer, tantas como personas existen. El equipo que tenemos a cargo no es una extensión de nuestro ser, son profesionales con criterio e ideas propias, que hacen las cosas a su manera y de quien podemos aprender mucho. Por eso me obligo a dar un paso atrás y preguntarme: ¿Cumple el objetivo para el que está hecho? ¿Transmite de forma coherente lo que queremos? Si la respuesta es sí, el resto es cosa de gustos.
2. Adoptar la “microgestión” como forma de vida.
Este enunciado habla por sí solo. ¿Cuántas veces he criticado que mi manager se meta a supervisar y controlar cada paso que doy? ¿Y cuántas veces me he sorprendido haciéndolo? ¡Vergüenza me da admitirlo!
Pasar de autogestionar tu trabajo a gestionar el de otras personas es un paso enorme del que poco se habla. Pero para mí, la clave está en encontrar el equilibrio: saber marcar el camino, dando confianza y responsabilidad, pero estando presente. Sin caer en el error de pensar que “delegar” significa “abandonar” al equipo a su suerte. Parece fácil, pero todavía sigo trabajando en encontrar ese punto medio…
3. Olvidar el tiempo que lleva “picar”.
Otra cosa que he aprendido es que, cuanto más arriba estamos, más difícil resulta tener el pulso de la realidad del trabajo. Llega un momento en que parece que todo se hace con el mero hecho de pulsar un botón. Que los tiempos se difuminan, y que nuestra paciencia se vuelve tan pequeña que raya el absurdo.
Pero es algo que puede generar mucha frustración interna. Primero, porque desvirtúa el trabajo de quien lo está haciendo. Y segundo, porque cada persona tiene sus tiempos para hacer lo que se le manda. Yo misma tardo un tercio ahora de lo que tardaba en hacer ciertas cosas a comienzo de mi carrera. Y eso se debe a que he tenido tiempo repetirlo muchas veces y de equivocarme otras tantas, hasta hacerlo instintivo.
En definitiva, podríamos resumir estos tres aspectos en una sola lección vital: “Cada cual tiene su estilo, sus tiempos y su forma de trabajar”. Algo que, como managers, debemos aceptar y aprovechar, con la ayuda de tres poderosas herramientas: confianza, responsabilidad y propósito. Al menos, esas son las que más éxito me han dado por el momento ¿Cuáles son las vuestras?
Espero vuestras experiencias y recomendaciones. Y no os preocupéis, que os mantendré al día de nuevas entradas en el blog de notas, que no serán pocas.