El otro día estuve leyendo una entrevista que realizó Retina a Steve Cadigan (ex-vicepresidente de Talento de Linkedin y a partir de ese momento, uno de mis gurús vitales) cuando algo hizo “click” en mi mente.
Ese “click” lo desencadenó una de sus frases cargadas de razón, pero que despertó una duda que llevaba tiempo rondándome la cabeza. Y es que cuando la periodista Mª Victoria S. Nadal le preguntó sobre “qué pueden hacer las empresas para hacerse con el mejor talento”, Cadigan respondía lo siguiente:
Si yo soy una compañía y quiero mantener a los millennials, tengo que enseñarles cómo estamos cambiando el mundo, cómo estamos marcando una diferencia, por qué importamos. Contarles que lo que hacemos tiene un significado, que es importante para la vida de la gente. Así es cómo podemos hacer que se sientan cómodos trabajando con nosotros.
Se puede decir más alto, pero no más claro: La generación Millennial (y posteriori) quiere saber que su trabajo cambiará el mundo. Ahí es nada, los de la generación Y pedimos poco (sí, yo soy uno de esos bichos raros).
Fue la rotundidad de esa afirmación la que me hizo reflexionar: ¿realmente todas las empresas hacen cosas para cambiar el mundo? La respuesta, evidentemente, es que no. Y seamos sinceros, hay muy, pero que muy poquitas empresas que puedan asegurar algo así, solo al alcance de unos pocos gigantes como Google, Linkedin o Amazon. El resto no pueden prometer un impacto tan grande, sería una mentira.
Una afirmación, tres posibles realidades
Pero entonces, ¿están estas empresas fuera de la conocida “guerra del Talento”? ¿No podrán atraer a las nuevas generaciones, con ganas de “cambiar las cosas”? Tal y como yo lo veo, es una cuestión que está acorralando a las compañías y que puede tener varias lecturas:
- La primera que nosotros, soñadores millennials, seamos conscientes de nuestra realidad y a la hora de la verdad valoremos la compañía que tenemos delante, sabiendo que no podemos “pedir peras al olmo”. Sin embargo, sí queremos cambiar el mundo, aunque sea en menor escala. Esto pone el foco hacia dentro, en “cambiar la vida” del propio ecosistema empresarial. El de luchar por una vida laboral equilibrada, flexible, inclusiva… Y es que, millennials o no, cualquier candidato busca algo más realista, que mejore “su mundo” y poco a poco, el de todos los demás. Esto en sí mismo es un cambio importante, que está empujando a las empresas a poner al empleado delante, a mirar por su bienestar e intereses… A cambiar nuestra forma de trabajar.
- La segunda, que realmente consideremos que trabajamos en una empresa que cambia el mundo, pero que nuestro trabajo no está directamente ligado a ese cambio. Es el eterno problema de poner en valor la labor de aquellos que trabajan día a día porque la empresa funcione para que otros sí puedan cambiar las cosas. Estos perfiles son en realidad la mayoría de puestos de las empresas, es por eso que es absolutamente necesario dar brillo al trabajo conjunto. A que la suma de muchos hacen realidad el todo. Pero hay que hacerlo de forma sincera. Es un discurso delicado, que dependiendo de la forma en que se exprese puede resultar creíble o completamente falso. Aquí el trabajo de los managers es clave, y el apoyo de la dirección, fundamental.
- Y la tercera y última visión, y por desgracia la más común: Tirar por la calle de en medio y vender aquello que no somos. ¿Que los millennials quieren que digamos que “aquí cambiarás el mundo”? ¡Pues lo decimos! Aunque nos dediquemos a diseñar escobas de mano, porque con las escobas podremos barrer los problemas del mundo, ¡claro que sí! (espero se note la ironía). No señoras y señores, no podemos vender lo que no somos. Nos están pidiendo honestidad y transparencia. Dejemos de empeñarnos en hinchar nuestro discurso como pavos reales para lucir nuestras mejores plumas. No vale todo para captar la atención del Talento, y a los pocos que caigan en la trampa en seguida se darán cuenta del engaño. Porque igual que el consumidor no es tonto, el candidato tampoco lo es…
Cambiemos el mundo empresarial (parcela a parcela)
¿La solución? Asumir lo que somos, con una gran dosis de humildad. Y a partir de ahí, construir algo que realmente les haga creer, algo que puedan ver y sentir que es real. Podemos cambiar la forma en la que hacemos las cosas internamente, podemos poner en valor el trabajo de todos, podemos hacer más… Porque no todos descubriremos el algoritmo que cambie el ritmo de la humanidad en los años venideros, pero eso no significa que no tengamos en nuestras manos la posibilidad de cambiar las cosas.